Una mañana cualquiera puede ser siempre un artificio que los dioses reclinados en su cetro encandilen para trocar el lentísimo goce del objeto. Pero la misma mañana puede ser también, y al mismo tiempo, la gota que acierte el surco que el entrecejo modifique. Esa tarde entonces no será como desgarrado racimo de un tiempo acontecido; por un lado puede ser la reclamada claridad del agua que se esconde de la jarra y, sin despedida de absorbente lenguaje, ser en la hora de la Luna la suspensión de todos los enemigos.
sábado, 20 de febrero de 2010
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¡FELICIDADES!
ResponderEliminarQue la pluma te lleve a los lugares mas remotos del alma humana.