miércoles, 17 de marzo de 2010

La Censura (1ra y 2da partes de 7)

Palabras cardinales...

Un eco desmedido me acompaña desde el día en que llegué a este Universo.

Una luz como nube que transita conmigo es el techo de mi casa en este tiempo.

Un suelo que alberga hierba que se seca intento tal vez modificar con una alfombra.

Un ir y venir por largo pasillo de hojas de otoño es cálido abrigo. A veces me ahoga pues las hojas de vez en cuando se revuelcan porque indudablemente están vivas pero entonces lo ordeno y no hay más razón para estar inquieto.

Un relato que camina a mi lado es la suerte de la espera, él recompone las historias que no fueron y trajina con los días ocultos del invierno. Y no llegar es la forma de habitarlo porque es indudable que ha ocurrido, ha sido porque tan sólo existe en la otra puerta que la objeción ha definido.

Un abrir de ojos y una historia cualquiera de las 100 puertas está ahí; todo está siendo, sumergido en un cerrar de ojos. ¿Qué puede hacer el insecto con su casa...

 


Sinfonía de la escalera

 

Ciudad profunda, que te toque hoy sin el fuego de tu originalidad y tu partida no es arte de la invocación de algún anillo de la sagrada fuente de tus ríos, mas si lo es del encuentro del pez con la incógnita del océano. Insignificante es tu nombre para las analogías compuestas desde la escalera: geografía aparecida de la piedra que transita desde el juego al invisible basurero; veredas asediadas por el viento aguardan a esa, la otra región de figura embriagadora que entona melodías sobre el vidrio de sus islas. Augusta lentitud de tu subida conmemoran los ángeles que te propagan real aún cuando la filiación de tu casta se divida entre el intento y la mentira, mostrando papeles de letras perdidas que por no hablar de ti se pierden en ceniza.

 

¿Quién dice que no hay voces en el río? He salido a buscarlas para despertar el  acertijo. Explorar el rastro con el agua al cuello y la piel perdida que enciende luminarias. Qué mundo anchuroso para tan solo una calle, una arboleda, un farol que convida al lugar de la semilla... Presenciar la canción de los espectros con todos los temblores del Gigante. Olvidar lo que al Sol excede cuando se vuelve... huída, llegada.... Relato lanzado del Mundo, no saber a dónde debes volver esa es la entrega.

  -¿Desde qué Mundo amas? – Era la pregunta intentada tantas veces y que hasta esa mañana sólo había arrojado escritos cientos dependiendo del rostro, siempre entrecortado hacia el nivel de los ojos en enjambres de gestos defensores de cada presente.

Bárbara gustaba de todos los refugios; le había quedado en la huella de aquel juego que en la infancia alcanzaba su ritmo más agudo en el extravío de la mirada amenazante. La carrera era el inicio, y el llegar a contraer era el perderse de la posibilidad, acechar al que nos vio partir y con los párpados apretados interpretar el movimiento, la mano que venía suave y tendida para definirla como eterno reflujo.

 Espero la cuerda para atarla a una nota que no intente melodía;  habitarla dando desde el manantial la música que de ella será escrita. Ser recurso esperado por nadie para contar el cuento de ti - voz no acontecida.  

 

Cuenta la leyenda que hubo una vez, en algún lugar distante, un pensamiento inspirado, por sobre antiguos sistemas metódica y voluntariamente articulados, que se embarcó en la travesía de crear un orificio, digamos una especie de pórtico camuflado, por donde escapar a la opresión de toda  concepción de la forma pesada de las cosas. En su interior había aparecido el preciado ideal vaporoso que podría  limpiar la fuente fidedigna  en la imagen de una escalera.

Peldaño a peldaño concibió la prueba, y en cada tabla salvadora un nuevo doblez aparecía sólo presentido por el paso que ascendente de la espera cada nuevo rostro le ofrecía. Porque un pie al otro se le unía emergiendo desde el peligro que implicaba la caída. Toda gloria debía ser aniquilada, sólo el silencio era el olivo que podía sostener en la subida. Todo un ejercito de brazos había concluido segado en la grosura de su carne. Algunas ramas aparecían ahora visibles, alejadas de su trino, enflaquecidas sus espigas. Y desde el valle sus dedos escamoteando los altares presentían otro monte, otro río que en majadas de viento aparecían. En cada peldaño una voz distinta acercaba el bramido del fruto dejado en la cosecha. Murmullo que es multitud en el recuerdo agasajaba cierto repiqueteo de la imagen de un Sol que latente en la retina al ojo caer hacía. Y lo creían diverso Sol, fructífero brote del evento.

(...caída que significas mirada que elige de entre las sombras y trae justo el momento. Caída que ya has sido encuentro de una calle solitaria en los ojos del caballo, frenado en cada esquina de sus bríos y tu eco, por otro mundo. Mirada que me eliges, triste pérdida que es desvirtuación posible. Enloquecido amo de tu rostro que trajina con la fuerza, con semejante orgullo te paras frente a mí; cómo puedes, no lo hagas partir; fijado por la sombra, semejantes puertas de ti no pueden ser abiertas, anticipa las otras de la fuente y preséntate al atardecer con nuevo nacimiento de otro juicio, no impongas fortaleza cuando sólo necesitas mano incierta, aire que bañe de todo pensamiento, encontrar en la tibieza jamás anillo que te guarde la sabia  en la riqueza. Dirección no existe de tu calle, junto a ti sólo el movimiento confía de la espera.)

Cada mirada soy yo misma –Bárbara ante el tiempo trascendida en el evento. Trenza tupida que haz perdido tu liga puedes ser ahora el pasto de una fuga... Ángel de tu altar no me recibas en el deslumbramiento; deja crecer otra esquina y convida a la pregunta... Ascenso que hace escapar el peldaño lodo no registras atrapante y fino; y al crear la forma la pierdes expandida, untada de teorías qué puede hacer la arboleda –encontrarse en el camino junto a la piedra necesaria que no cabe en ningún libro, porque tiene un nombre que confunde; y ser lapislázuli pudiera, y rubí que le hace brillar, más se queda con la Luna. Sentarme puedo en ella aunque me paro  para buscar nuevamente en el espejo y borro la forma, y la pinto, construyo el marco y lo cuelgo frente al río para que al pasar alguna vez voltear haga la cabeza y lanzo la moneda, plateada que marcará la vuelta. Acusadora es la moneda al ascender desde el paréntesis, estupor del ojo que la mira en su deliberación que es el filo de la piedra.

 

sábado, 20 de febrero de 2010

Despertares (fragmento...)

Una mañana cualquiera puede ser siempre un artificio que los dioses reclinados en su cetro encandilen para trocar el lentísimo goce del objeto. Pero la misma mañana puede ser también, y al mismo tiempo, la gota que acierte el surco que el entrecejo modifique. Esa tarde entonces no será como desgarrado racimo de un tiempo acontecido; por un lado puede ser la reclamada claridad del agua que se esconde de la jarra y, sin despedida de absorbente lenguaje, ser en la hora de la Luna la suspensión de todos los enemigos.

domingo, 7 de febrero de 2010

Sinfonía de la escalera (fragmento)

Ciudad profunda, que te toque hoy sin el fuego de tu originalidad y tu partida no es arte de la invocación de algún anillo de la sagrada fuente de tus ríos, mas sí lo es del encuentro del pez con la incógnita del océano. Insignificante es tu nombre para las analogías compuestas desde la escalera: geografía aparecida de la piedra que transita desde el juego al invisible basurero; veredas asediadas por el viento aguardan a esa, la otra región de figura embriagadora que entona melodías sobre el vidrio de sus islas. Augusta lentitud de tu subida conmemoran los ángeles que te propagan real aún cuando la filiación de tu casta se divida entre el intento y la mentira, mostrando papeles de letras perdidas que por no hablar de ti se pierden en ceniza.

Lujosa mansión

¡Lujosa mansión que has albergado a cuántos desposeídos!
Es necesario que tus puertas sean por la espuma no,
por el mar abiertas.
A un costado estás apareciendo, libre
de algún privilegio.
Montura de Alguien: los libres ya de ti
en carrozas de gozo el día dibujan, en medio de rocas
asisten ya sin velamen.
Mas arrastran del otro lado firmes aguas, a cada instante
nuevas figuras penetrar hacen y luego no están.
Desespero por ti siempre; ¿dónde hay alguien
que de mi noticias pueda darme?
Ya no eres visto; parte eres del tejido apretado.
Suceso que prescinde de mí: de ti estoy hecho;
de plata eres, de la seda más fina.

Forma de mí

Imagen que incipiente apareces la silueta,
ausencia de ti has sido descubierta.
La cadente finitud por asalto ha renunciado.
Maravillosa no, deslumbrantemente obscura se trasluce ante ella la presencia.
Sospechoso tu nombre, el que aún ciego de fuerza no inquieta las voces.
Con una caricia intenta asirte confiada mano,
mas posibilidad aún sólo una vislumbre das.
Y no quieren mirarte, no deben poder y caen
como cascada, amontonadas, explotando sobre ti
despilfarradas voces.

Lo que del tiempo es

Centelleas por un tiempo y te atas al brillo.
Modernos salones recorres y antiguas maravillas te hablan,

te invitan. Y sabes como confundirlos, confundiendo el placer.
Caminas y tocas lo que del tiempo es para saber que no estás ahí.
Entonces te elevas y todo desaparece: el brillo ha absorbido
cada viento pasajero. Brisa celeste, azul marino, blanco...
No hay actitud que te defina. Ausente rostro me recuerda
el lugar que permanente ha de ser visitado. Asistir no puede sin zapatos
apropiados. Lujosos y raídos los descubro.
Encima del ascensor debo ubicarme, sobre cúpula muy fina.
Mis zapatos no deben estropearla. No sé usarlos.
La calidad del paso se impone ante la abundancia. Laboratorio
donde observar la sangre mas fina,
azul tal eres que por mí no eres permitida.
Mañana tal vez a visitarte vuelva,
cuando todos duerman.

Bárbara

De la magia de una nube has nacido
arte he visto en las nubes dibujarte.
Persuasiva palabra siempre has ejercido, para decirme
no algo de ti, mas de nosotras el juego
secreto, aislado has hecho visible para mí.
Muchas veces danzamos de niñas y hoy mi niña busco
esa danza, desesperada.
Todo el saber de ti es antorcha
en la noche. Aliento que libera puertas...
Sólo nubes asir quiero porque espero
que por ellas me reveles.
Sé que aquí me has enviado, pero estoy desinformada.
Caracol que me envuelve, fuerte te siento y a la vez
paloma que de mis pensamientos escapa; a mi ceguera
tu claridad de terco rostro vuelve el camino.
Pasos, pasos hacia ti perdidos, y reunidos
en mi vientre latir hacen la vida.
Impecable imagen, sin pronunciar tu nombre
hacia ti voy... y no sé si es mi camino el tuyo.
Pregunta inquieta en mí vives.